¡Ay, si tu abuelita te escuchara!, asombrándote de la idea de hacer un velorio en la casa, en vez de en una cochería fúnebre. Toda la vida fue así, desde los neandertales de hace miles de años hasta el siglo XIX. Hoy la idea de velar a un pariente en su casa –en el dormitorio o en el living, acondicionado adecuadamente– puede parecernos una extravagancia, pero lo cierto es que llevarlo a una casa velatoria es algo relativamente reciente, que se fue haciendo cada vez más popular, por diversas razones.
El crecimiento urbano y el aumento de la población; el avance en la esperanza de vida y el consecuente mayor número de muertes en hospitales; el desarrollo de viviendas más pequeñas (como departamentos); la expansión de actividades laborales fuera del ámbito hogareño…; este conjunto de cosas favoreció que gradualmente se fuera dejando la labor funeraria a empresas dedicadas específicamente a este trabajo. A lo cual hay que agregar un aspecto cultural: una creciente negación de todo lo que tenga que ver con la muerte, a la que se considera algo macabro y tétrico que conviene mantener lejos todo lo que se pueda.
Razones de fuerza mayor para velar afuera
Todas estas causas que favorecieron la salida del velorio del cambio hogareño son procesos largos, cambios que se dieron gradualmente a lo largo de décadas. En cambio, son circunstancias puntuales, traumáticas, las que promueven el cambio de forma más o menos abrupta. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, la guerra civil (1861-1865) y la necesidad de embalsamar a los fallecidos dio un impulso definitivo a la costumbre de hacer los velorios fuera de casa. En Argentina, la primera epidemia de cólera (ocurrida entre 1867 y 1868) provocó unas 15.000 muertes en la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires. La preocupación por la salud pública a partir de la epidemia fue un factor decisivo en el crecimiento de las casas velatorias. Aun así, recién en la segunda mitad del siglo XX se hizo costumbre generalizada velar a los difuntos fuera del ámbito hogareño.
¿Vuelve la costumbre de velar en casa?
Curiosamente, la reciente pandemia de covid-19 generó el movimiento inverso. El aislamiento social impidió el proceso de duelo habitual, incluido el velorio. Muchos familiares no pudieron dar su último adiós, debido a las restricciones, aumentando la angustia que la propia pandemia ya había generado. En ese contexto, en muchos casos en que la muerte no ocurrió en el hospital, sino en el hogar, el velorio –por razones de fuerza mayor– se realizó allí mismo.
De hecho, la ley no exige el velorio. Únicamente se debe contar con el certificado de defunción emitido por un médico, y tener en cuenta que no se puede inhumar (es decir, enterrar) o cremar a una persona antes de las 12 horas de fallecida (o después de las 36).
Habrá que ver si el efecto residual de la pandemia lleva a un resurgimiento de la costumbre de hacer el velorio en el hogar. Existen otras razones para volver a esta tradición, desde económicas (el gasto es menor) hasta personales (realizar la despedida en el ámbito hogareño, dentro del entorno familiar, forma parte de una concepción del funeral como una “celebración de la vida”).
Solo el tiempo dirá si este revival será perdurable. Una cosa sí es segura: a la hora de la muerte hay muchas cosas de que ocuparse: burocráticas, legales y operativas. Todo esto representa una gran molestia en momentos delicados en que uno apenas se adapta como puede a manejar el dolor.
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